15 de septiembre de 2010

Hombre Ponchoso VI. b)

Bueno ya casi acabo este fabuloso verano de exitos deportivos patrios, y la vida sigue igual. Lo cual es peor porque me sigo oxidando, y la decandencia causa estragos en mi ánimo. En fin, sin más dilaciones ni retóricas simplistas (pamplinas, chuminadas, chorradejas, zarandajas, paparruchas...): ahí viene el Hombre del poncho VI. b) que lo había dejao a medias.

HOMBRE DEL PONCHO VI: Viejo Coyote

RON

Ron acude al encuentro con Quenting, tranquilo y confiado, son viejos compinches del mal vivir. La realidad es que sólo han trabajado dos veces juntos, pero, ambas colaboraciones fructificaron sin inconveniente reseñable (, salieron a pedir de boca*). Por lo que el feeling, el buen trato entre los hermanos y el descreído mormón oriundo de Salt Lake City es realmente excelente.

Quenting, está arrellanado sobre la silla, con el sombrero calado hacia abajo y la barbilla apuntando al techo. Ron se sienta con estrépito para ver si su amigo reacciona. Comprobado, Quenting está durmiendo la mona. “Será papanatas” resume Ron, arreándole un buen puntapié en la espinilla. El bandolero abre los ojos, desubicado, su semblante expresa sin igual la perfecta armonía con que suelen confraternizar la confusión y el alcoholismo. Después, sus pupilas inflamadas y su tensa mandíbula añaden rabia y bravura al cóctel de bienvenida.

*Q- Cómo te atreves mequetrefe insolente. Te voy a volar la tapa de los sesos- amenaza Quenting sin saber aún a quién. Su vista ya no es la de antaño, a sus cansados ojos les cuesta tanto como a él reengancharse a la realidad que le rodea.
*R- eso será si consigues sujetar un revólver en condiciones, viejo coyote.

La vuelta a su oído de aquel apodo ilumina su rostro rubicundo. Su garganta borbotea elevando su sonrisa como un geiser repentino, sorpresivo.

Quenting zigzaguea por el Saloon, libidinoso, ebrio y extasiado como un senador corrupto en plena orgía romana. De sopetón, se tropieza, dándose de morros contra el primer peldaño de la escalinata de caracol. Una de las chicas, la más joven, la más piadosa, la más tonta quizás, corre a socorrerle y le ayuda a reincorporarse. Él realizando una inmediata recomposición de sí mismo la encara. La meretriz sonríe, divertida con la función interpretada por el crápula en cuestión. Finalmente, del brazo, emprenden rumbo hacia arriba, hacia las habitaciones del pecado. Eso sí, a paso trabado y algo desequilibrado.

Pol, acodado en la barra, corteja a Victoria con descaro. La coraza de las mujeres es cuanto más bonita más dura, pero no hay ninguna que no se pueda atravesar. La pianola suena de fondo, música disoluta para animar los pies y caldear el ambiente. Alegría, algarabía, que quien baila despeja de una: penas y penurias del mal sobrevivir.

Ron está brincando sin estética ni ritmo por el escenario, siempre bebe demasiado, y está vez con más motivo. El golpe ha salido de perlas. Su plan se ha llevado a cabo sin desbarajuste alguno. Se siente feliz, eufórico, enajenado. Es un bandarra, un jugador, un putero, y hoy, más que nunca, está conforme con ello.

Cuando baja Quenting de una de las alcobas, con una sonrisa de oreja a oreja, divisa a Ron golpeándose con un tipo enano, de sombrero alto. Varios tipejos de detrás, observan la escena con atención. Visto pronto lo desnivelado del lance, se levantan con brusquedad de su mesa y deciden participar en favor del enano.

Quenting silba a Pol Pol con virulencia. Este escucha y entiende la indicación al vuelo. “Joder, Ron. No puedes estarte quietecito nunca” refunfuña Pol. Quenting da un salto atinado desde mitad de la escalera. La planta baja comienza a ser un gallinero. Botellas van, sillas vienen. Pol le roba un beso a Victoria, y a base de puñetazos y patadas alcanza la ubicación de su hermano y lo agarra fuerte del antebrazo. Quenting, con astucia, va marcando la avanzadilla a sus compinches. “Pol, por aquí, corre, joder, tráelo” Pese algún que otro obstáculo malhumorado, finalmente, un pasadizo se abre ante ellos.

Un par de chicos de Victoria, a órdenes de esta, posibilitan su huida, cerrando el local tras su paso. Ya afuera, la noche, algo más luminosa de lo habitual, celebra la luna llena con un silencio romántico y una brisa racheada en polvo.

*P- ¿Cuándo vas a madurar, joder? No crees que ya vas siendo mayorcito como para que tu hermano mayor te siga sacando las castañas del fuego.
*R- Empezó él.
*P- ¿Y a mí qué coño me importa quién empezara? ¿Es qué no podemos tener una noche de festejo en paz?
*R- Lo tenía justo dónde quería.
*P- Sí a él sí, pero ¿A los siete maromos de su banda que te rodeaban, imbécil? ¿A esos dónde los tenías? Y todo porque eres el único trilero (tracalero*) que no sabe con quién puede hacer trampa y con quién no. Para qué coño necesitabas el dinero de ese energúmeno. Para qué coño con los bolsillos llenos, precisas un par de dólares de mierda más.
*R- Lo siento- se disculpa Ron y agacha la mirada.

Pol engancha a Ron por el cuello. Forcejean un poco en plan juego. Ríen a conciencia. Hoy Pol no se puede cabrear con él.

*P- Así me gusta ¿Ha sido una buena noche, eh?- pregunta mirando de reojo a sus dos socios.
*Q- Sensacional, muchachos. Hay pecados, en los que la penitencia está más que justificada.
*R- Y tanto.

Quenting a partir de ahí comienza con su perorata particular. Narra historias de bandoleros indómitos, de mujeres desdichadas, de bandidos ajusticiados... Se queja de Dios con rabia, clama al cielo que algún día rechazara su invitación para navegar, inconsciente, entre la nada. “Porque estamos de paso, y el polvo inerte, a fin de cuentas, es nuestra máxima” añade convencido. Pol y Ron responden a carcajadas, echan un poncho al suelo y se tumban al amparo de la brillante luna. Quenting se une enseguida a sus compañeros y sigue difundiendo su descabellado mensaje en voz baja como un reloj de bolsillo al que le queda ya poca cuerda. Pol, algo irritado con tanta cháchara, se echa un largo trago de bourbon y le pasa la petaca a su hermano, al fin y al cabo, es bien sabido que los rancheros son gente mucho más práctica.

En plena madrugada, un aullido de coyote interrumpe los ronquidos de los tres forajidos. Quenting entonces se levanta excitado, desquiciado, y moviéndose a cuatro patas comienza aullar como un poseso. Los hermanos no saben si lo están soñando o no, aquello es algo tan insólito. De pronto, Quenting se adentra en el matorral. Los hermanos convencidos de que aquello debe haber sido una ilusión o una pesadilla o qué demonios saben ellos prosiguen con su sueño al aire libre, sin más.

A la mañana siguiente, cuando despiertan, Quenting se ha evaporado. Ambos, comienzan a llamarlo en voz alta. “Quenting, Quenting, joder, responde de una vez. Viejo lunático de los huevos” gritan. “No puede haber ido muy lejos” Le repite el uno al otro. Han de ir pronto al pueblo a desayunar. Y después, recoger las pertenencias que abandonaron en el Saloon. Se dividen para inspeccionar el terreno circundante con mayor eficacia y rapidez.

Ron, a los cinco minutos de búsqueda, avisa a Pol sin poder sujetar la risa de su batiente mandíbula. Pol acude raudo, y de inmediato secunda a su hermano en la carcajada (despiporre*). Frente a ellos, con el culo en pompa y las piernas enroscadas en un enorme cactus ronca el mormón.

Pol, resuelto, rescata un palo duro del suelo y se acerca, de puntillas, al durmiente. Y después de observar, divertido, aquel andrajo humano únicamente tapado por un calzón amarillento ¡zas! Le golpea en el centro de la cocorota sin delicadeza alguna.

Quenting reacciona aullando como la noche anterior. Ron ríe a distancia. Pol no puede más, y cae al suelo a plomo, desternillado, con las patas agitándose como una cucaracha boca arriba, con decenas de lagrimillas brotando de sus risueños ojos.

Una vez recuperada la compostura y el calor corporal, Quenting, no pierde su verborrea habitual de regreso al pueblo.

*Q- Tenían razón los antiguos Cherokees- sostiene Quenting con obcecación- el alma de cada hombre está conectada a un animal de la naturaleza que le rodea. Y yo, sabéis, tantos años descreyendo, y ahora lo he visto, soy un coyote.
*P- Sí, un coyote alcohólico- sentencia Pol al compás de un arrumaco conciliador.


Quenting extiende sus labios a su máxima amplitud, exhibiendo con orgullo sus tres dientes de oro.

*Q- Me cago en diez, muchacho, como has empeorado.
*R- Pues si le contase yo de usted.

De repente el viejo saco de huesos y pellejos emerge de su silla a patadas. Ron hace lo propio. Y allí, bordeando la mesa en sentido opuesto, se funden en un inmenso abrazo.

A renglón seguido recuperan aquel par de sillas y se vuelven a sentar, ambos, con el rostro visiblemente emocionado. Quenting aprovecha para sacar su petaca, le arrea un lingotazo y le ofrece a su amigo. Ron rechaza la oferta con la mano. Quenting, lo entiende a la primera, negocios, ha venido a hablar de negocios. Ladea la cabeza y aseria el gesto. Las sombras del rincón ocultan su boca.

*Q- ¿Qué necesitáis?
*R- Hombres, señor, jinetes rápidos como una traca de pedos suyos.
*Q- Serás, en fin ¿Cuantos?
*R- Con tres nos llegaría.
*Q- No parecería demasiado, pero en estos tiempos degenerados, sólo conozco, de confianza y disponibles, a dos. Y de todas formas es mejor que anden más en la inopia que en la certeza, como todo desterrado de por aquí cuando ha de seguir órdenes.
*R- De acuerdo. Poco sabrán. Son un par de días de trabajo a lo sumo ¿Cuánto?
*Q- 1000$ por cabeza
*R- 650$
*Q- Mañana os los presento. Son simpáticos muchachitos. De cualquier manera, no os fiéis. La juventud, sus ímpetus y desmanes es mejor atarla en corto.
*R- Entendido, señor.
*Q- ¿Se te ofrece algo más?
*R- Creo que sí- Ron aprieta los puños- Se uniría usted por 2000$.
*Q- mejor un tercio del botín, como en los antiguos tiempos- ríe entre dientes como zorro viejo- Que esa diligencia es diamante fino.
*R- ¿Cómo lo sabe?
*Q- Uno no ha llegado a viejo por borracho
*R- Un quinto, y al final, compartiremos los gastos del plan en proporción.
*Q- Trato hecho muchacho. Nos vamos a forrar- Le anuncia, frotándose las manos.
*R- Eso espero- Quenting adivina cierta desazón en sus palabras.
*Q- ¿Qué ocurre? ¿Ves gato escondido?
*R- Más bien huelo a gato muerto.
*Q- Sí, disculpa, ya hace días que debería haberme duchado- Ron sonríe enmohecido y sacude el cuello de izquierda a derecha un par de veces.
*R- Pidamos algo, qué carajo. Ya habrá tiempo para preocuparse- concede, finalmente.

Ron voltea la cabeza. Advierte a su hermano aproximándose a la fiesta y a la atareada camarera, justo al lado.

CONTINUARÁ

Bueno, la verdad, creo que el pobre ponxoso ya está de capa caída (se ha hexo pesao, es como bola del drac GT o el juego del ángel de zafón, que sí esta bien, pero es más de lo mismo y ni siquiera tiene un final decente). Ya no provoca la espectación ni los suspiros de antaño. Pero yo sigo erre que erre porque me ayuda a prácticar mi muy odiada tercera persona (pido discurpas por mi obcecación).

Bueno no ha sido un mal verano, y ahora empieza una nueva etapa de máster and comander. Deséadme mucha mierda, qué nunca es demasiada moñiga de vaca para abonar el prado.

Hoy sin perleta, iba a poner una. Pero, al final me las quedo toas pa mí (que soy un tacañote, Álvaro el avaro me llaman).

Sed malos y tratar bien a los árboles (hacerles cariñitos, campaña: abraza a tu árbol, que puede que por fuera sea to corteza pero por dentro tiene su corazoncito), que si no vais a ver como se deprimen y se ponen a tirar hojas al mogollón, sin ningún sentido. Alé, aioosss.

2 comentarios:

mnznt dijo...

Eres todo corteza con corazoncito? te quiero

sheneh dijo...

No sé, pero serrín en la cabeza si que me sobra pa dar y regalar. Ya me miraré por dentro a ver, lo mismo me sorprendo. Por cierto si fueras un árbol serías un chopo, por enana y bonica, y yo un albaricoque, por razones obvias. Alé yo tb te kero cocinanta