Mi odio por la tercera persona estuvo a punto de matar patéticamente, tipo tirant lo blanch, al pobre Pol Pol. Había pensado, yo que sé, un mal tropiezo en la bañera. En fin al final, el condenado se ha salvado.
EL HOMBRE DEL PONCHO III
Pol Pol se ha metido, de nuevo, en tremendo lío. Las sillas y botellas vuelan hacia su propia destrucción mientras el superhombre del poncho está focalizado en el meollo del conflicto. Al parecer, un tipo, desconocido y bastante grotesco físicamente, está encabronadísimo (cabreado*) con él. Cosa por la cual no escatima ocasión para arrear mamporros al aire de su alrededor. Finalmente, Pol Pol, utilizando una archisabida técnica espartana, le propina un buen rodillazo en las partes nobles. El barullo resulta el aliado indispensable para dar rienda suelta a una de sus especialidades, la huida. El honor que los clientes de aquella tasca le reconozcan no es algo que le preocupe lo más mínimo. En cuanto observa la ocasión (el hueco*), gatea velozmente hacia fuera.
Nadie parece haberse enterado (percatado*) de su fuga. El porche de la cantina de madrugada es un lugar frío y quejumbroso. Busca a Charly en la negrura pero, así tan agachado, no alcanza a distinguirlo. De repente, alguien le chifla dos veces. Pol Pol, instintivamente, mira en la dirección del sonido. Allí divisa, lo que parece ser, una figura femenina. Sin alternativa aparente, gatea raudo hacia ella. Al acercarse un poco más a aquella silueta, comprende, extrañado, que es la delgaducha camarera la que le ha llamado.
*M- Por aquí, por aquí. Tranquilo, yo le escondo- murmulla de forma presurosa. Mandy, la mesera pelirroja de las mil y una pecas, se siente afortunada y excitada al socorrer, de tan desdichada situación, al apuesto forajido de la mesa siete.
La linda fémina de 17 primaveras recién cumplidas lo conduce a su habitación, un cuartucho austero situado en la segunda planta de la cantina.
Para desnudarla no le hace falta cortejarla, ni siquiera hablar de forma (susurrarle algo*) agradable, sólo precisa mirarla fijamente durante medio minuto, e ir cercándola paso a paso como a un borreguito descarriado.
Cada vez que sus manos recorren (su tacto percibe*) la suave piel de una mujer, la mente de Pol Pol navega hacia otros tiempos, hacia una época de graneros, paja, amor y ternura. Reviviendo agónicamente esa adolescencia, esa vil broma del pasado, que lo mantiene vivo mientras lo vacía por dentro, poco a poco, año tras año.
Unos sigilosos pasos transportan al niño topo hacia delante. Al andrajoso crío de 14 inviernos le gusta arrastrar sus rodillas por todos lados. Sobre todo, por las huertas y viñedos cercanos. Esta deferencia no es trivial, es más bien una estratagema gastronómica, ya que siempre alguna fruta desprotegida acaba alimentando a su casi inexistente tripa.
Pol Pol de pequeño, alías el niño topo, lleva toda la cálida mañana gateando de un sitio para otro. De hecho, se ha zampado ya un par de manzanas, un puñado de zarzamoras y un racimito de uvas. Su modus operandi es bastante singular ya que se desplaza furtivamente por los surcos que han arado las bestias (mulas*), clavando sus codos a modo de coyote, quién, sin duda, es a su parecer un buen cabeza de turco.
El hombrecito de mirada perdida, de repente, se detiene tras unos arbustos de lavanda, agazapado tras haber escuchado a alguien.
Al otro lado hay una parcela (rancho*), dentro de esta, silbando una famosa sonata de Haendel, una hermosa muchacha tiende la ropa. Al espiar un poco por los claros que se abren entre rama y rama Pol Pol se estremece. Aquella muchacha de silbido poco afinado le suena, tal vez, de la iglesia.
La joven de 15 años prosigue con su labor ajena al polizonte que la observa. Sus manos algo agrietadas cuelgan una tras otra humildes prendas (algo enmarronecidas*). Los cafeteros caracoles de su cabello se distraen con el balanceo de la brisa. Su soflamada tez se enfrenta al sol sin acritud, acogiendo con simpatía sus vigorosos rayos. Su cuerpo enjuto, menudo, fresco está ya completamente desarrollado. Si no fuera por aquella carita de ángel, nadie dudaría de su adultez. El único, si acaso, el buenazo de su padre. Más pobre que las ratas pero más cariñoso que un gato hambriento. Un hombre cuya única riqueza es aquel pan del cielo que tiene como hija. Los varones, mayores ambos, partieron hará dos años al frente, y su mujer, un auténtico sargento doméstico, murió de tuberculosis con menor renuencia de la sospechada.
Pol Pol sale de su escondite para acometer a la tendedera. Ella con su vista de halcón lo reconoce inmediatamente. De sobra es conocido aquel briboncito, de carácter impetuoso y hábitos nómadas, por los alrededores. Lo que más fama le ha otorgado entre la chiquillería de la zona debe ser su puntería, se dice que fue capaz de matar a un búfalo desde 30 metros con un tirachinas. “Bah, pavadas” reniega ella algo molesta con su presencia. Aquella es su finca, su propiedad, qué demonios hace aquel energúmeno allí. Pero por otro lado, su aparición en escena le resulta una atrayente novedad.
Cloé, que así se llama ella por su abuela, no esta dispuesta a ponérselo fácil y se dedica a lo suyo sin prestar atención a aquel malcriado que se acerca hacia ella sin dilación.
*P- hola ¿Qué haces?- Cloé le lanza una mirada de desaprobación y persiste callada su tarea de hormiguita. Él se para a su lado, y la persigue allá donde va, observando cada detalle de su silueta – eo, mírame, estoy aquí, no soy un fantasma, soy una persona humana, mira dejo huellas- dice mientras pisa con fuerza el pasto. Ella ni se inmuta- ¿sabes hablar?
*C- sí, sé hablar perfectamente, incluso mejor que tú. Pero no suelo hablar cuando estoy ocupada.
*P- y ¿en que estás ocupada?
*C- en librarme de un desconocido pesado, y tender la ropa tranquila.
*P- si quieres te puedo ayudar en lo segundo, en lo primero, verás, es que desaparecer no se me da muy bien, te he dicho ya que no soy un fantasma.
*C- Tanto mejor si lo hubieras sido. No mejor déjalo, que no me fío. ¿Qué quieres?
*P- hablar contigo
*C- ¿Por?
*P- porque puede ser divertido
*C- ¿Cómo lo sabes?
*P- no lo sé, esa es la gracia. Pero seguro que tienes más conversación que un caballo que es con lo único que podría hablar en dos millas a la redonda.
*C- no sé, los relinchos me salen muy naturales. Bueno, vale. Espera por aquí.
Pol Pol en vez de sentarse tranquilo a esperar ha empezado a coger prendas del balde y las va colocando en las cuerdas con mayor maña de la prevista. Ella le mira sorprendida, sin embargo, le deja hacer. “Él solito se lo ha buscado (ha empeñado*)” justifica.
Al terminar Pol Pol pregunta raudo *P- ¿Damos un paseo?
*C- qué remedio
*P- ¿cómo te llamas?
*C- Cloé ¿Y tú?
*P- Pol. Me gusta tu nombre. Es bonico.
*C- Gracias. Mi abuela se llamaba así. Era una loca muy guapa y medio bruja que se murmura que era capaz de predecir el futuro. Mi padre dice que saqué sus ojos esmeralda, esos, que tanto temor infundían a los vecinos, y tanta ternura a mi padre- Pol Pol identifica alrededor de las pupilas de Cloé dos impactantes cristales verdes. Sin embargo, es más el rasgado gatuno que los enmarca lo que le sobrecoge, que el vivo color en sí.
*P- el mío fue porque mi padre estaba harto de tantos nombres de niño que recordar. Y le dijo al cura que me pusiera el más corto que se le ocurriera.
*C- qué sepas que tu anécdota es mucho más triste- ella sonríe con una risa cantarina algo maliciosa, ávida de travesuras.
*P- qué quieres, no todos tenemos temibles abuelas que sirven para alimentar las hogueras de los peregrinos. Algunos nos hemos de conformar con historias más normales y rutinarias. Por ejemplo, mi abuela es la típica señora mayor que guisa de perlas y se enfurruña irracionalmente de tanto en tanto como un crío de 3 años. Sobre todo con su nuera, o sea, mi madre.
*C- mi madre murió.
*P- lo siento- excusa su torpeza. Ella niega con la cabeza, haciéndose la fuerte- ¿Te acuerdas de ella? ¿Como era?
*C- muy rubia, tanto que su pelo, a veces, destellaba como el oro en el fondo de una batea. También era muy buena cosiendo remiendos. Por lo general, lo que sí era es bastante mandona. Pero lo que más me gustaba a mí de ella era lo campestre que era, tanto que a menudo… Ves aquel montículo de allí- indica, señalándole con la mano el pico de una colina cuasi desértica- pues allí detrás hay un pequeño llano dividido por un riachuelo y, en primavera ambas riberas se llenan de flores silvestres y pasto verde- Cloé suspira, mira al decolorado cielo y prosigue- antes de que se pusiera enferma nos pasábamos allí mañanas enteras haciendo calceta, picnics, volando cometas, leyendo los mismos libros una y otra vez.
*P- a mi también se me da bien hacer cometas, una vez hice una de un tejón volador, que a pesar de su condición terrestre natural era la mar de correosa en el aire- ella, risueña y distendida al fin, extiende el brazo izquierdo y encoge los dedos a modo de castañuela, como tratando de atrapar la tenue brisa que sopla. Él la ojea complacido –Pues… mi madre es más bien una mujer callada que asume su papel con bondad y paciencia. Incluso, cuando me paso de la raya y tiene que chillarme, le sale un grito muy forzado. A mí siempre me causa gracia porque parece como si un gorrión intentara imitar el rugido de un león. Es cierto que no habla, pero su mirada atigrada, a veces, expresa más que todas las palabras de la biblia juntas, contagiándose de la pena, el dolor, la alegría, el temor, el júbilo, la sorpresa de todo lo que ocurre a su vera.
*C- ¿tienes hermanos?
*P- sí, seis, pero solo vivimos en casa los pequeños, ahora soy yo el mayor. Los dos que me siguen, excelentes conductores de ferrocarriles de cartón y diestros espadachines de escobas, tienen 9 y 7 años respectivamente. La pequeña, que tiene 5, es la princesita de la casa, una damisela de alta alcurnia que toma el té todos los días a las cinco en punto con sus muñecas de trapo, perfectamente acicaladas para la ocasión. A pesar de sus tacitas de coña y el té imaginario ella es capaz de cuadrarse ante la mesita con una actitud más seria y distinguida que la mismísima reina de Inglaterra- un chasquido se emite desde la lengua de Pol Pol al enternecerse- Son buenos ñajos. Y tú, ¿tienes?
*C- dos, ambos mayores, unos hombres sanos, hechos y derechos como suele decir mi padre. Se han ido al frente a combatir Dios sabe por qué.
De repente, algo se mueve a toda prisa entre los matorrales. Parece un maldito roedor saltarín, enfilado directamente a chocarse con ellos. Ambos se apartan, asustados, tirándose contra el suelo. Caen como sacos de patatas el uno al lado del otro. Ríen de la emoción. Su tacto, por primera vez, ha experimentado el del otro. Se observan de costado largo rato, curiosos, jadeantes, aliviados. Finalmente, Pol Pol se abalanza contra ella y comienza una guerra de cosquillas. Ella ríe a rabiar, él sé sabe rendido.
CONTINUARÁ
Na más. Disfrutad de la semana santa, sobre todo, estallando huevos de mona en las confiadas frentes de amigos y familiares, jejeje.
alé, un abrazo fuertote
2 comentarios:
que tipo de roedor los hace que se tiren al suelo? si pueden salir corriendo.Parece una serie de televisión se corta en lo mas interesante. Los hermanos de pol pol demasiado finos y el el lenguaje y algunas cosas como de una familia con ciertos recursos y educación y el va robando fruta para llenar la barriga y andar andrajoso? sigue es muy poético. Me gusta que desde el principio del cuento la escena de entrada al pueblo y la cantina haya sido cortada en tantas ocasiones con este onirismo evocador.
O sea no son familias bien bien, pero viven más o menos, tienen su finca propia y tal, es la cultura de los farmers americanos, con su poesía bucólica, su biblia, sus profesores de escuela tipo doctora quinn pero algo menos frontera, un poco más acomodados... Y bueno más que andrajoso, el lo que anda es muy sucio siempre, lo que pasa es que es muy rebelde, muy impulsivo, curioso y le gusta andar todo el rato a su aire (un trasto viva la vírgen, vamos). Ella sí que es más pobre, pero su familía durante un tiempo sí tuvo dinero/cultura, después por diferentes motivos pasaron a apenas subsistir (padre medio cojo/madre muerta) de una manera austera pero, al menos, apacible.
El roedor viene tipo speedy gonzales derechito hacia ellos dos, pa k van a correr, pudiendo dar un simple saltico lateral, tipo casillas pero menos ortodoxo, para evitarlo.
Gracias mami, entiendo la extrañeza que puede causar ambas cuestiones.
Eres un sol, no en lo amarillo y nuclear, sino en lo cálido y energético. Que quede bonito es después de entretenido lo que más me preocupa.
PD.: Lo mismo lo mato pronto, así no más ambigüedades, ni más odiosa 3ª persona. jeje
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