1 de mayo de 2010

Hombre Ponchoso VI. a)

A ver, esta escena del tito Pol se me ha quedao un poco larga, asin que la he dividido en dos, a y b, que grande coco y sus enseñanzas. En fin, que aquí va después de un periodo de suspense y expectación, el maravilloso, el inimitable, el fabuloso, el extraordinario, el fántastico, el espectacular y algo sobrevalorado por su autor (parezco josé luis moreno)....

HOMBRE DEL PONXO VI: Victory Saloon

Noxfortville es el mejor lugar del oeste para ocultarse, aprovisionarse y preparar asuntos turbios, eso lo sabe hasta el más inútil de los malhechores del Estado. Su ubicación dificultada por riscos y pequeños cañones rojizos le negó de buen principio el atractivo agrario que buscaban los colonos decentes. Sin embargo, su cercanía con el resto de pueblos lo predispuso a convertirse en el resguardo, en el refugio perfecto de aquellos maleantes de la zona que en las escapadas demostraban ser hábiles jinetes. Poco a poco, aquellas tres casetas, cuatro pozos y dos granjas de algún que otro descarriado se fueron convirtiendo en un asentamiento criminal permanente. Aparecieron ladrones reconvertidos en tenderos, contrabandistas en taberneros, rateros en panaderos… Se agilizó la construcción de la posada y la armería, se especializó al pueblo en los gustos mundanos del oro robado y se administró orca o rifle ante cualquier desliz combativo, “Las moscas debían entender que no se podía cagar en su propio estercolero”.

Noxfortville a día de hoy presume de ser un oasis de inmunidad, de silencio, colaboración y ayuda entre delincuentes. Es una base militar estratégica de mal prestigio, respetada por propios y ajenos. Un criadero de liendres al margen de la ley. Un auténtico agujero negro para las débiles instituciones gubernamentales (oficiales*) de Norte América.

Y si el pueblo fuera un organismo vivo, podríamos situar su centro neurálgico justo a veinte pasos de la posada, en el temido y admirado Saloon Victory.

Cuatro centinelas armados custodian la imponente puerta de haya de dos piezas del Saloon, todos los que desean entrar, son cacheados y desposeídos temporalmente de sus revólveres. Pol y Ron no son una excepción.

Pol avanza con paso firme, porte arrogante y mirada altiva, Ron, sin embargo, es más vacilante, más educado y amable en su proceder. El Saloon Victory es el más grande, el más lujoso de todo Nuevo Méjico, tiene casi 800 m2 de planta, un lustroso escenario de 65 pies de ancho al fondo, dos pianos de cola, tres organillos, varias mesas de póker, de black jack, ruleta americana… 20 suites al subir la escalera de caracol isabelina del medio, 4 ostentosas lámparas de araña, una licorería surtida, un mostrador interminable, una docena de camareras, una veintena de itinerantes prostitutas, mozos vigilantes en cada esquina… Aquello es una exagerada alegoría inspirada en los fatuos (bíblicos) pasajes de Sodoma y Gomorra.

Victoria da un bote inconsciente tras la barra y se le acelera el pulso en cuanto intuye venir a Pol. “No debería ser tan blandita, tan impresionable” se azuza a sí misma. Pol sonríe, canalla, en cuanto advierte la mirada atónita, voluble de Victoria, la insospechada dueña de semejante negocio. Pol repasa con lujuria las boyantes curvas de la madame. Victoria es una poco apenada viuda de treinta y cuatro años. Una mujerona de anchas caderas, nalgas abultadas y, sobre todo, un par de enormes globos bien puestos, bien expuestos y coquetamente encorsetados. Su rostro es atrayente, duro, pero sofisticado, ojos celestes, astutos, perspicaces, nariz espigada y fina, barbilla picuda, pómulos prominentes y una melena salvaje, ensortijada, de un negro tan brillante como el grafito.

*V- Mal me suena que andéis ambos, juntos, merodeando, enredando por aquí- sermonea sin remilgos, con confianza, a modo de cordial bienvenida- ¿Qué va a ser muchachos?
*P- Lo de siempre- contesta Pol mientras se sienta en un taburete y despliega sus codos sobre el mostrador, aproximando su cara, su mirada lo más posible a la tabernera.
*V- ¡Angélica! ¡Angélica!- una muchacha enjuta, menuda, crujiente, de rostro anacarado, armonioso y medroso responde a la llamada- Sírveles una botella de nuestro mejor bourbon a este par de caballeros, ponme un chupito a mí también.

En cuanto la camarera se retira a cumplir lo encomendado, Pol alarga su mano y ase con fuerza la muñeca derecha de Victoria. Se sabe dominante frente a aquella mujer de bandera, de armas tomar que ha sabido abrirse hueco y ser respetada por propios y extraños en aquel nido de escorpiones.

*P- Te he echado de menos- le susurra Pol a la oreja, estirándose desde el taburete.
*V- No mientas- pronuncia entrecortada, tratando de aunar fuerzas – te sienta feo y no es algo que conmigo te haga falta- al fin, le aparta cortésmente la mano- ¿Qué necesitáis bandoleros?- Ron que se había mantenido en un plano secundario hasta entonces, surge y reclama su espacio, su importancia en el asunto.
*R- Hombres, un par de pistoleros de “fiar”- anuncia como lo que es, el cerebro del operativo- Sobre todo, sería conveniente que fueran rápidos jinetes.
*V- hablad con Quenting- señala con disimulo una mesa arrinconada, con un solo comensal, ataviado con un ancho sombrero de ala que oculta su faz cabizbaja- es vuestro hombre, él os guiará.

Regresa la pequeña camarera de sabroso escote, distribuye los chupitos y la botella por el mostrador, y sirve una ronda, procediendo rápida, concisa, discreta ante la severa supervisión de su jefa.

Victoria agarra uno de los chupitos y brinda al aire. Ambos proscritos la imitan, consienten y vacían el chupito de un acostumbrado trago. Ron deposita el chupito sobre la barra, percute con dos dedos el hombro de Pol y le indica, con la palma de la mano tapando su boca.
*R- Voy a preparar el terreno con Quenting, ahora vuelvo.
*P- Vale, pero, mejor quédate allí, ya te alcanzo yo luego- Ron asiente.
*R- Señora- se despide Ron encogiendo el cuello. El baile de fichas ha comenzado en aquella suntuosa mansión del pecado.

POL

Pol rellena dos chupitos, le ofrece uno a Victoria y se reserva el otro para él. Ambos beben, callados, tensos, como lo que son, dos antiguos amantes que se rencuentran pasado mucho tiempo. Pol intenta acariciar los extendidos dedos de la voluptuosa madame. Victoria se echa para atrás.

*V- ¿Qué quieres? Una sumisa mujerzuela cada vez que se te antoja por volver- levanta un poco la voz, airada, firme- Ya somos ambos bastante mayorcitos para andarnos con jueguecitos- afirma, recuperando la serenidad- ¿Qué te traes entre manos, Pol? ¿Qué se te ha roto ahora?
*P- Nada del otro Jueves.
*V- No ves que apostarte la vida por cuatro chavos te va acabar saliendo mal, te va a acabar matando, no ves, no entiendes que tienes que retirarte a una existencia más tranquila y plácida- aconseja con sus claros iris infectados en preocupación y sinceridad.
*P- Si fuera junto a ti, me lo plantearía- miente Pol. Victoria, esta vez se deja apretar las manos por un instante, inconsciente, débil, ante la subyugante y brumosa mirada del apuesto renegado.
*V- Pol- le cuesta rechazarle, le cuesta no caer rendida, de inmediato, en sus brazos- las cosas han cambiado, los meses, los años han pasado, implacables- no sabe por qué trata de justificarse pero lo necesita, aunque Pol no se merezca tal explicación, aunque tres años de ausencia voluntaria no merezcan promesa alguna de espera- Una tiene que velar por su porvenir.
*P- ¿Cómo se llama?
*V- Henry.
*P- ¿Es bueno? ¿Te hace feliz?
*V- Es complicado, pero sí, me hace muy feliz- Pol se limita a llenarse otro chupito y bebérselo.
*P- Bueno, a veces se pierde- sentencia enigmático con el empaque de quien se sabe destinado, constantemente, a salir derrotado.

Victoria quiere hablar, discutir, pelear, confesar lo mucho que le late el corazón ahora mismo. “Si no te hubieses ido, si hubieses venido a por mí antes, maldito” “No te vayas, no te rindas, lucha, coño, quiéreme más, quiéreme bien”. Pero su intuición le advierte que no hay caso, que no hay resquicio de esperanza, Pol, por mucho que quiera, por mucho que se engañe, jamás cambiará, jamás podrá querer de nuevo a una buena mujer como esta se merece. Y sin embargo, Victoria, lo ama en cuerpo y alma, como una adolescente prendida en románticos cuentos de caballeros y doncellas. “No te vayas, no te voltees” suplican en silencio sus enamoradas pupilas. Pol prefiere ignorar la verdad subyacente, nada quiere saber de embrollos, laberintos y decepciones. Su corazón sigue bien cubierto por una espesa y compacta película de hiel.

*P- ¿Se debe algo?- ataja Pol.
*V- Por esta vez, invita la casa.

Pol puntea su sombrero marrón a modo de agradecida despedida, gira sus talones, y se dirige hacia rincón de Quenting, internándose en lo prioritario, los negocios.

CONTINUARÁ

Bueno , espero que os haya gustao. Como tengo planeao hacer otro post en breve (máximo dos días) sobre los años 90 y mi pata chula, os emplazo sin más a esa nueva entrada.

Un abrazo, gentes del mal vivir.

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